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jueves, 16 de diciembre de 2010

LA MUERTE DEL LIBERTADOR

Después de renunciar a la Presidencia de Colombia, hecho ocurrido el 28 de abril de 1830, Simón Bolívar se ve imposibilitado de regresar a Venezuela. El 7 de mayo Bolívar sale de Bogotá. Por ahora su destino es la costa. Quiere descansar un poco para reponer su quebrantada salud. El libertador tenía esperanzas en recuperar su estado anímico, así como también esperaba aunque no del todo confiado, se le concediera el sueldo de ex presidente, y así de esta forma poder residenciarse en Europa.
Decepcionado por la infamia y la hipocresía de sus adversarios, tras escala en Soledad y Barranquilla, se dirige a Cartagena con el propósito de viajar a Europa en busca de mejoría para su salud, desoyendo los clamores de amigos y subordinados para que volviera a asumir las riendas del Estado, en la seguridad de que sólo él sería capaz de rescatar lo que quedaba de la patria de la anarquía en que la habían sumido las facciones.
En Cartagena recibe una noticia que le acelera el corazón. el Mariscal Sucre ha sido asesinado. Bolívar no encuentra palabras ni lágrimas para tanto dolor. Ve en este crimen una cruel venganza de sus enemigos. Los asesinos sabían muy bien que Sucre era el sucesor legítimo de Bolívar. El único que todavía podía restaurar la unidad grancolombiana.
Bolívar siente los coletazos de las pasiones enemigas. Siente dentro de sí relámpagos de amor y odio. Vértigos y angustias devoran su espíritu. la vida se le va, él lo sabe. Pero no por eso se apagan sus voces interiores. Siempre cuerdo, siempre lúcido, siempre atento al desarrollo de los sucesos que ensangrentaban la patria que él fundó. Le duele tener que proclamar "He arado en el mar..."
La enfermedad avanza. Los médicos le recomiendan el clima de Santa Marta. Es caluroso, seco y se respira a la vez el aire de mar y de sierra. Cerca de la ciudad, hay una hacienda que produce abundante caña de azucar. Se llama San Pedro Alejandrino. Su dueño, el español Don Joaquín Mier, le pone la casa a su disposición. El Libertador se lo agradece:
"Reciba usted por esta generosidad, las gracias más expresivas de mi parte... Yo pienso seguir para allá y desde luego hoy acepto la oferta de usted, aunque sea por unos pocos días".
En compañía de los generales Mariano Montilla, José Laurencio Silva y José María Carreño; el auditor de guerra Manuel Pérez del Recuero; el coronel José de la Cruz Paredes; los edecanes Andrés Ibarra y Belford Wilson; Lucas Melendez, capitan de su guardia; y los tenientes José María Molina, y Fernándo Bolívar (su sobrino), a bordo del bergantín "Manuel" prosigue poco después rumbo a Santa Marta a la que llega el 1º de diciembre.
Pasado cinco días entra a la quinta "San Pedro Alejandrino". Allí dicta su testamento y su última proclama.
La tuberculosis progresa sin misericordia. Ha cumplido 47 años, pero aparenta 60. Bolívar no descansa. Aprovecha el tiempo en escribir cartas. Su pasión por la patria lo devora. El reuma y los cólicos de bilis no lo dejan conciliar el sueño. Su rostro se vuelve pálido y los ojos pierden el brillo natural. La tos le molesta con frecuencia. Apenas puede caminar. El médico que le asiste, Dr. Reverend, escribe a principios de diciembre:
"El enfermo disimula los padecimientos pues sólo da algunos quejidos. Se le nota un sensible entorpecimiento de sus facultades mentales".
Le visita el obispo de Santa Marta y le aconseja que reciba el sacramento de la Unción de los Enfermos y la Confesión. Su sobrino, Fernándo Bolívar, asiente. El párroco de Mamatoco le administra los ritos religiosos. Sabe que se va a morir de un momento a otro. Convoca, por eso, a los pocos amigos que lo acompañan y ordena que el notario lea la última proclama que dedica a sus conciudadanos:

"Colombianos:
Habéis presenciado mis esfuerzos para plantar la libertad donde reinaba antes la tiranía. He trabajado con desinterés, abandonando mi fortuna y aun mi tranquilidad. Me separé del mando cuando me persuadí que desconfiabais de mi desprendimiento. Mis enemigos abusaron de vuestra credulidad y hollaron lo que me es más sagrado, mi reputación y mi amor a la libertad. He sido víctima de mis perseguidores que me han conducido a las puertas del sepulcro. Yo los perdono.
Al desaparecer de en medio de vosotros, mi cariño me dice que debo hacer la manifestación de mis últimos deseos. No aspiro a otra gloria que a la consolidación de Colombia. Todos debéis trabajar por el bien inestimable de la Unión: los pueblos obedeciendo al actual gobierno para libertarse de la anarquía; los ministros del santuario dirigiendo sus oraciones al cielo; y los militares empleando su espada en defender las garantías sociales.
¡Colombianos! Mis últimos votos son por la felicidad de la patria. Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la Unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro.
Hacienda de San Pedro, en Santa Marta, a 10 de diciembre de 1830.
Simón Bolívar"

Todos los asistentes lloran. Bolívar había sido grande en las batallas y en el gobierno. Pero ahora, ante la muerte, es todavía mayor su magnanimidad y patriotismo.
Las últimaa semanas las pasa con fiebres muy altas. Delira con frecuencia. Amanece el 17 de diciembre. Santa Marta se prepara para la navidad. Los niños y jóvenes cantan ya los aguinaldos. El aire es más fresco. Se oye como desde muy cerca el estruendo del mar. A media mañana se incorpora el enfermo y dirigiéndose a uno de los criados le grita:
"José, vámonos, vámonos... Esta gente no nos quiere en esta tierra... Nos echan de aquí. ¿A dónde iremos?"
El Doctor Reverand llama a los amigos: "¡Señores: si queréis presenciar los últimos momentos y último aliento del Libertador, ya es tiempo!"
Simón Bolívar, el Genio de América, nuestro Libertador, Exhala su último aliento. murió a la 1 de la tarde del 17 de diciembre de 1830. El sol lucía impertérrito.
Al conocerse la noticia en Venezuela, respiró tranquila la oligarquía. La canalla se regodeó de gozo. Al compáz del tañido de las campanas al vuelo, jubilosos sermones celebraron en lo púlpitos el "felíz acontecimiento"; en tanto que los periódicos reseñaron la desaparición del "tirano", con injuriosos escritos.

Cinco países había libertado y sin embargo muere abandonado. Sin honras nacionales. En la casa de un español. Asistido por un médico francés. Con camisa prestada. Sin una mujer que lo atendiera a su lado.
Fuente:
Se llamaba Simón Bolívar.
Valmore Encinoza y Carmelo Vilda.
Ediciones S.A. Educación y Cultura Religiosa.
4 ta. Edición. Caracas, 1999
Venemérides - Editorial Comarpe C.A.
Edición 2004 - Caracas, Venezuela

domingo, 21 de noviembre de 2010

LA MATA DE HIGUERA

Por: Julio Cesar Fernández


Conocíamos al Capitán Higuera, Oficial de la Guardia Nacional, como hombre sencillo, amable, amigo y de un trato especial.

Por resolución Ministerial fué nombrado Comandante General de las Fuerzas Armadas Policiales de esta Entidad Federal. Emocionante noticia!. Los comentarios no se hicieron esperar: "que bueno", "que chévere", "gracias a Dios". "Ese es mi amigo panaquire". En fin mucha alegría. Se comentaba tan feliz acontecimiento. Todo era: Que si Higuera pa´acá, que si Higuera pa´alla.

Pero como dice el refrán llanero: "Una cosa piensa el burro y otra quien lo está enjalmando". El "tiro le salió por la culata" a quienes se habían confiado ciegamente en la "sonrisita" de Higuera. Quienes pensaron que aquel hombre era una "mantequillita" de a "cuartillo", y quienes opinaron que con él se podía "jugar a la pelota", se llevaron la sorpresa del siglo.

La ciudad un poco desordenada. Sus habitantes desacostumbrados en el cumplimiento del deber, y olvidados de ciertas normas legales establecidas por el Estado, así como el abuso y la responsabilidad reinante por los cuatro costados; todo esto hizo mella para que el hombre encontrara un bonito escenario, para actuar sin contratiempos y "acomodar" las cosas en desorden.

Primero la disciplina interna del Cuerpo policial (pasando por una depuración a "toda máquina"). Luego... a la calle!. Comenzó por "apretar la tuerca", y los efectos se hicieron sentir con todo su rigor. Unos corrían, otros se "encaramaban", "saltaban", "protestaban", "pataleaban", pero... La decisión era tajante y terminante: "Orden y punto". Nadie más anduvo por las calles sin Cédula de Identidad en el bolsillo. Ninguna menor de edad deambuló más de madrugada por las discotecas. Los menores de edad, como por arte de magia, desaparecieron de las "correrías" nocturnas. Los motorizados entraron por el "carril", y bajó a "cero" el promedio de muertos por accidentes. La "Lotería de animalítos" sufrió su aniquilamiento. A los "Mafiosos" o "drogadictos" les fué aplicando todo el peso de la Ley. En medio de ese corri-corre grabé en disco la composición que sigue, intitulada "La Mata de Higuera". Un recuerdo imperdurable sobre una real situación.


LA MATA DE HIGUERA


Higuera, chumba de Indias/Higuera, del mismo infierno/Higuera que das el fruto/apetecido del pueblo/Arbol de tronco torcido/que enderezarlo no puedo/tampoco hacer los viveros/para que nazcas de nuevo/de hojas grandes y lobuladas/que causan terrible miedo/cuando de noche se mueven/accionadas por el viento.


Su fruto dicen que es dulce/pa´mi es dulce pasajero/de ellas se obtiene el ricino/purgante del cual me acuerdo/porque cuando estaba niño/en los brazos de mi abuelo/con ataques de lombrices/casi una noche me muero/abra esa jeta carrizo/no me vomite el remedio/tucun, tucun, no resuelle/que aquí tengo el colgadero/era la sal de la Higuera/que me atragantaba el cuello.


Muy de moda está la Higuera/plato del día en este pueblo/es conserva favorita/su sabor se está imponiendo/hace tres tardes yo iba/paseando rumbo hacia el puerto/cuado de repente vi/que se formaba un vainero/más de cuarenta choferes/indignados por supuesto/en medio de un gran bochinche/se peleaban por el puesto/ráspemelo decía uno/no me vengas con el cuento/la Higuera en estos momentos/no se la estamos vendiendo/además no es el motivo/para que vengan corriendo/han cometido infracción/bien se merecen su arresto.


Otra noche estaba yo/en un paraje desierto/era el mismo "paraiso"/noche de grandes recuerdos/cuando vi un desbarajuste/de esos que paran el pelo/casi que me da un ataque/casi me muero del miedo/la tensión se me subió/se me entrecortó el resuello/creí que mi corazón/tenía cien años de viejo/ me persiné treinta veces/rezando tres Padre Nuestro/me encomendé a to´los Santos/dejándoles el polvero/brinqué po´encima e´las mesas/tumbé perolas con hielo/mentalmente me decía/"paticas pa´que te tengo"/de barriga me lancé/me fuí arrastrando po´el suelo/vi una mata bien hermosa/me sentí como hombre nuevo/y chupulún bajo de ella/me sentí en el mismo infierno.


Sabe usted, lo que pasaba/de risa casi me muero/eran indocumentados/que los perseguía el gobierno/como pude metí el ojo/lo volví a meter de nuevo/paré ese oído bien fino/que escuchaba hasta el secreto/un carro como una jaula/con cien menores adentro/que andaban a media noche/no se por qué ocurre esto/calle arriba y calle abajo/ como ganao sin potrero/en la oscuridad aplaudía/pero con mucho recelo.


Ví a María que protestaba/lo hacía con gran centimiento/Aquí va mi directiva/las mujeres del gobierno/ellas venían del trabajo/se estaban tomando un fresco/Ahora con quien me reuno/por Diosito no hagan esto/pero que va! Zacatán!/en el carro las metieron/y solo se salvó María/porque se perdió corriendo.


Después que pasé el gran susto/y todo quedó en silencio/miré pa´todos los lados/ví la luna y los luceros/hay fué cuando me di cuenta/casi no podía creerlo/que la mata donde estaba/bajo un chubasco tan fiero/era una tremenda Higuera/desafiando al mismo cielo.


-1981-

viernes, 19 de febrero de 2010

MI DELIRIO

Leyendo algunos escritos de distintos escritores y compositores amazonenses me topé con una inspiración poética del nada más y nada menos siempre querido y recordado Don Manuel Henriquez. Una pieza única que resultaría mezquino de mi parte no brindárselo a  Ustedes lectores de este blog. LLeva por nombre "Mi Delirio"  y luego que la lean entenderán igual que yo, los dones no sólo de historiador que poseía nuestro  querido  e inolvidable cronista, sino también las cualidades poéticas sobradas de inspiración y exquisita prosa que reflejan un aspecto sensible, apasionado y hasta melancólico del referido autor.  Sucumbe Don Manuel ante un sueño de gozo, deseo  y tentación que lo hace preso del éxtasis de contemplar la  belleza de la provocativa mujer. Dibuja palmo a palmo y con sorpresa y gran admiración  los atributos y encantos de las diosas, para finalmente delirar ante la desilución del sueño y la imaginación.  Definitivamente, un escrito que merece ser publicado.

MI DELIRIO

Don Manuel Henríquez
Cronista de la Ciudad de Puerto Ayacucho
(Part tí mujer, como una inspiración sin eco ni destino) 
En la quietud silente de un róseo y opalino atardecer, mi mente obnubilada por una pasión extrema, va dibujando la policromía crepuscular de una esperanza envuelta en la tenue transparencia del deseo. Penetra, en el vacío colorido de la imaginación como saeta clavada en la profundidad de lo imposible.
Estoy solo, en éxtasis de una meditación profunda con perfiles de melancólicos recuerdos.  La vista perdida en la lejanía azul del firmamento; la imaginación tejiendo en la  ilusión la filigran de un anhelo insatisfecho. Veo surgir en vaporoso  vuelo un pulcro colorido, tu figura en las nubes multiformes con pinceladas doradas del crepúsculo. Veo tu silueta, tu cuerpo de nacarada piel, plasmada cual diosa del Olimpo. En el suspenso de un ideal soñado, veo y siento tus pasos imprecisos en vacilante decisión de tu destino; esquivas con pudor y donaire tu figura; el rubor tiñe de rojo tus mejillas; tus ojos de mirar profundo y entreabiertos y relucientes invitan al amor; te acercas más; veo tus labios como trozos de manzana de cremoso néctar, rebosantes de placer, todos en conjunción voluptuosa con la fosa perlina que forma el encuentro de tus senos.
Estoy estático, atónito, como hechizado con la incredulidad de la sorprendida visión de mis puros y nobles sentimientos; tomo tus manos, te acerco a mí, rehuyes en actitud púdica de mujer honrada; vacilas, te aprieto, beso tus labios, tus ojos, te estrecho entre mis brazos; ciento en tu pecho el latir acelerado, el palpitar gozoso del  amor, del deseo fundido en aras del placer ardiente de mujer.
Caigo en el marasmo de un acobardado proceder. Me reincorporo, hago memoria... Oh! desilusión. Ha sido un delirio, un sueño, en donde la imaginación se lanza en alas del  pensamiento, con el deseo de alcanzar una esperanza.                            

jueves, 18 de febrero de 2010

LA TAZA DE BOLÍVAR

Luego de una batalla en la ciudad de Clarines, donde el Libertador había salido triunfante contra el Jefe Español Gutierrez; Bolívar encontrábase sofocado y cansado.
Salió con su ayudante hacia una casita de portales que a lo lejos se divisaba. Al llegar cerca de ella, ordenó a su ayudante que lo esperara.
Al tocar la puerta salió una rubia matrona, y el Libertador díjole:
-Señora, ¿Puede usted proporcionar a este viajero algo con que mitigar el cansancio y la sed?
La señora que era de buen corazón sacó de un baúl una taza de porcelana española, y se puso a raspar una panela de papelón. Conmovido Bolívar con tanta generosidad, preguntole:
-¿Es usted patriota?
-¡No señor!, soy española y por lo tanto venero a mi Dios y a mi rey.
Trájole el refresco. Tomóselo el Libertador y pidiole una taza más. Mientras le preparaba el segundo refresco, sacó el Libertador de su bolsillo una cartera donde conservaba tantos apuntes célebres, y sacando una hoja escribió algo en ella, dejándola debajo de la taza donde acababa de tomarse el segundo refresco.
Despidiose cariñosamente e incorporose a su ayudante que lo esperaba  ansioso.
La señora fue a coger la taza para lavarla y guardarla; se sorprendió al ver el papel que había dejado el viajero. Desdoblolo, y emocionada leyó lo siguiente:
-¡Señora!, usted no puede ser española, en su cabeza brilla como penacho de oro la amarilla flor de los araguaneyes; en sus ojos el azul de los cielos; en sus labios carmesies los botones entreabiertos de la flor de los dragos, y la rítmica gentileza de su cuerpo y sus ondulaciones tienen gestos de victoria.

Yo soy Simón Bolívar.
Pudieron más las  palabras del Libertador que la sangre que corría por las venas de la matrona, pues, desde ese momento fuen una completa patriota.

(Cita de Alejandro Chacín Ducharme. Tomado del libro Folklore y Humor Amazonense del Poeta Julio Cesar Fernández)

martes, 16 de febrero de 2010

GASTRONOMÍA AMAZONENSE

Amazonas cuenta con una diversidad de platos autóctonos que dejarían extasiados al más exigente paladar. Cierto que no todos son de tan fácil obtención, ya que algunos han sido prohibidos por las autoridades, pues, se corre el riesgo de que algunas especies se extingan producto de la más cruel y desproporcionada explotación.
En tiempos lejanos no existía la prohibición y tanto el indígena como el "criollo" podían degustar de tan deliciosos manjares que ofrecía el suelo, la costumbre y el arte gastronómico amazonense.
Hoy, no se puede disfrutar ya del famoso "carapacho de tortuga", plato muy apetecido en temporada de Semana Santa, que consiste en un delicioso  y jugozo guiso de esta especie, la cual se cocina a leña en su propio carapacho, para luego acompañarlo con un buen casabe y jugo de túpiro o ceje.
En cuanto a la cacería se consiguen suculentos platos como el danto, la lapa que aun se sirven a pesar de las restricciones de las autoridades. Sin embargo, estos al igual que la tortuga se consumen con amplia libertad en caceríos, y comunidades indígenas del interior del Estado, por pertenecer a la tradición y cultura de estos pueblos.
Los platos de pescado son los más variados. Abundan en el Estado los ricos menús de morocoto, sardinata, payara, curbina, palometa y valentón (lau lau) los cuales se consiguen en distintas preparaciones, según el tipo de cocina.
Así encontramos las formas típicas que consisten en simples cuajaos, asados en hoja de topocho y frituras que siempre vienen acompañado de la deliciosa catara, el cabeza de gallo, la yucuta y el casabe pajoso.
El paují viene a ser el ave más apetecida y entre los jugos mas exquisitos se tiene el túpiro, el moriche, el copoazú, la manaca, el ceje y la piña.
Como aperitivo no se puede dejar comer un delicioso pijiguao.
Para la ensalada es un pecado obviar el túpiro, fruta redonda de color amarillo  naranjoso de intenso sabor, según dicen se asemeja a una combinación de piña con parchita y generosa en vitaminas que da al paladar un toque especial muy agradable, como tampoco hay que olvidar para acompañar a estos platos el popular cabeza de gallo o cresta de gallo, que está preparado de mañoco tomate, cebolla y aliños picaditos.
Al visitar Amazonas, pregunte dónde puede conseguir el tan apetecido cuajao, una especie de hervido de pescado que anteriormente ha sido asado y que se hierve con ají picante y sal.
El pescado asado es otro de los platos más solicitados, éste se prepara con sal y se rellena con orégano y cilantro, se envuelve en hojas de topocho y se coloca en el fogón.
Para los más exóticos y exigentes se les recomienda el Yaraque que consiste en una liga fermentada de mañoco y agua que se toma como bebida alcohólica o el guarapo de caña dejado tapado con hojas de plátano y vástago de caña durante varios días hasta la fermentación.

Lo que no debe faltar

La Catara: Salsa picante regional fabricada con jugo de yuca (yare), especies y bachaco culón (hormiga grande) el cual es recolectado, molido y luego mezclado con el jugo de la yuca, soya natural, sal, ajoporro, apio españa y cebollín que dan un excelente sabor y  del cual afirman nuestros indígenas y aquellos que la han probado, posee fuerte propiedades afrodisicas.
La Yucuta: liga de mañoco con agua fresca, la cual se toma como jugo y es muy refrescante.
El Mañoco: Yuca deshidratada molida un paso antes de la elaboración del casabe. Excelente fibra para acompañar las sopas así como también para preparar atoles y jugos de frutas. Preparado en un sebucán que son especies de exprimidores hechos con fibras vegetales con una extensión de dos a tres metros y que  poseen un agarradero en ambos extremos. La yuca luego de rallarla es puesta en el sebucán donde se exprime varias veces hasta obtener el mañoco.
El Casabe: Torta preparada de la harina de la yuca, luego de pelarla, rallarla, pasarla por una prensa (sebucán), tamizarla, cocinarla en una plancha o budare y colocarla a secar al sol para que adquiera la textura tostada.
La Yuca: ya sea sancochada o frita. Tubérculo suramericano que se encuentra en dos variedades: la dulce y la amarga. Su composición es de 35% de carbohidratos por lo que representa una importante fuente de calorías.

Nota: Lo dulce o lo amargo de la yuca depende de la cantidad de ácido cianhídrico, sustancia venenosa que pierde su toxicidad al ser cocinada. 

(En las gráficas: foto ilustrativa de palometa asada, Pijiguao; Pescado asado; Indígena en la preparación del casabe)